martes, 11 de enero de 2011

Adiós a María Elena Walsh


La escritora y cantautora María Elena Walsh, autora de inolvidables canciones y obras literarias para niños, falleció el lunes a los 80 años en una clínica de esta capital por un paro cardiorrespiratorio, informó la Sociedad Argentina de Escritores y Compositores (SADAIC).

Walsh, una de las principales referentes de la cultura argentina y quien sufría de distintos padecimientos crónicos, será velada en la sede de SADAIC hasta el martes, cuando será enterrada en el cementerio de Chacarita de Buenos Aires, dijo a AP Ricardo Pereira, portavoz de dicha institución.

La autora del famoso personaje Manuelita, la tortuga que es protagonista de una de sus más conocidas canciones, también dio voz a temas populares para adultos, entre ellos "Serenata para la tierra" y "Como la cigarra".

Algunas de sus obras literarias para niños son "Tutú Marambá", "Zoo loco", "El reino del revés" y "Dailan Kifki".

Un personaje polémico para ciertos sectores de la Sociedad. El diario argentino Clarín destacó en una nota homenaje publicada ayer:

En 1979, plena dictadura militar, escribió en una nota para Clarín: “Todos tenemos el lápiz roto y una descomunal goma de borrar ya incrustada en el cerebro. Pataleamos y lloramos hasta formar un inmenso río de mocos que va a dar a la mar de lágrimas y sangre que supimos conseguir en esta castigadora tierra”. Esas palabras fueron –son– un mojón en la historia del periodismo argentino y generaron, también, una gran polémica, porque muchos creyeron leer allí una cierta liviandad en el tratamiento de la represión. Un año antes, en 1978, había decidido dejar de componer y de cantar en público. Cuando en 1991, durante el gobierno de Carlos Menem, se debatía en el país la posibilidad de implementar la pena de muerte, Walsh escribió, y vale la pena recordarlo ahora, “cada vez que se alude a este escarmiento la humanidad retrocede en cuatro patas”.

En 1985 fue designada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y, ese mismo año y hasta 1989, integró el Consejo para la Consolidación de la Democracia. La había nombrado el ex presidente Raúl Alfonsín. Cuando en 1997 publicó en el diario La Nación la carta abierta “La carpa también debe tomarse vacaciones”, en la que invitaba a los docentes a levantar la Carpa Blanca que habían instalado en el Congreso, también supo de algunos distanciamientos. “No puede haber función interminable, que abusar del tiempo irrita al público, que es gesto de dignidad cerrar el telón tras los aplausos y antes de la decadencia”, decía Walsh. Y no fue lo único que dijo o escribió antes de declarar que se había quedado “sin palabras”. Algunos años después, en una entrevista que le dio sin muchas ganas a la revista Ñ, pese a lo que habló de todo y con todo el fuego del que disponía, confesó: “Mis amigos me dicen: ‘¿cuándo armás un revuelo?’. Pero aclaremos que yo nunca me propuse armar revuelo, se armó sólo. Y ya, en un momento dado, me gustó más el silencio que la opinión. Porque me quedé sin palabras. Desde hace un tiempo no he tenido ni tengo ganas de tratat ningún tema de esos. Que alguien tome la posta”.

Amaba a Borges, a Doris Lessing, el Siglo de Oro español y a Susan Sontag. Le gustaban los libros. “Donde no hay libros hace frío. Vale para las casas, las ciudades, los países. Un frío cataclismo, un páramo de amnesia”, decía.

En 2008 publicó Fantasmas en el parque, una suerte de autobiografía, de continuación de Novios de antaño (1990), su primera novela para adultos. Fantasmas... es un libro sobre el amor, los encuentros, los desencuentros. La vejez. El dolor. Otra vez el amor, sin palabras lavadas ni disimulos. Un libro en el que habla por primera vez de su amor por la fotógrafa Sara Facio, ahí, sentada en el verde del parque Las Heras. Del cáncer, que le diagnosticaron en 1981, cuando tenía 50 años.

Se fueron las princesas y los caballeros. Las estatuas. Manuelita, detrás de su tortugo. El reino del revés y Osías, el osito que quería comprar en un bazar un cielo bien celeste. Se fue Doña Disparate. Nos queda su universo.

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